"El hombre busca la verdad en las cosas, es su naturaleza"
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domingo, 12 de diciembre de 2010

Periodismo de investigación y periodismo amarillo



   
   Llegados a este punto, es necesario efectuar una clara distinción entre el periodismo de investigación y el periodismo amarillo. El primero, se sumerge en lo más crudo de la realidad para mostrarla en toda su evidencia y para que los grandes trucajes desde los diversos poderes no queden escondidos, pero respeta el dato y el tono. El segundo, por el contrario, convierte lo anterior en una narración agresiva, espectacular y tensionada, donde se juega con las reacciones más prístinas del lector y se olvida cualquier parámetro ético que controle el texto. La relación entre los "reality shows" televisivos, tan de moda, y este tipo de periodismo es estricta: en ambos casos es lo extravagante y agresivo lo que manda, aunque la verdad salga maltrecha y el consumidor resulte conducido a conclusiones parcialistas o sencillamente equivocadas de la noticia en sí misma considerada.

   El amarillismo se sustenta en nuestra capacidad de mitologizar. Es más asimilable un cuento que responda a una estría mítica que uno que viola toda representación estructurada porque luce como un galimatías. Por eso el hundimiento del Titanic es más comprensible que tantos naufragios en donde no gozamos el espectáculo de una burguesía agonizante, un barco insumergible, unos músicos alegrando la catástrofe, un capitán que se entrega a la muerte, etc. La realidad es demasiado enmarañada como para absorberla tal como viene, sin mediación mitológica.

    La gran prensa española, desde la parición de algún diario muy concreto, va deslizándose sin tregua por esta vertiente detestable de informar y opinar, obligando a los demás diarios a semejante deslizamiento aunque tengan que modificar sus reglas de juego fundamentales. Es una lástima que, en este instante, diarios como El País y Abc, que se habían destacado precisamente por su sometimiento a un periodismo limpio, hayan cedido parcelas de su seriedad para no dejarse comer terreno por El Mundo, creador de un nuevo estilo, muy discutible, y en la línea comentada.

  Con el término amarillo se pretenden reflejar todas aquellas formas de presentar la información que no se ajustan de forma seria, contrastada y veraz a los hechos y a la realidad sin distorsionarla. En la prensa es fácil detectar fisuras en la presentación de la información, es decir, todo lo que no se ciñe a lo estrictamente periodístico, informativo, que abuse de la ingenuidad, la ignorancia o desconocimiento de un tema por parte del lector. O bien, y lo que es más grave, subestime su capacidad o su inteligencia.

   Progresivamente, la prensa española, pero también la mundial, ha permitido que este "nuevo periodismo" invadiera su territorio. Entendiendo por tal cosa el nacimiento de un nuevo género periodístico donde se mezclan la información objetiva -inexistente por definición- con la opinión, de tal manera que el lector se enfrente a un texto novelado, mucho más agradable, pero en el que se hace imposible distinguir lo sucedido, en cuanto tal, de lo comentado por el periodista como cosecha propia. Esta lenta pero implacable muerte de la división clásica entre información y opinión podrá parecer una conquista de la libertad más exquisita, destrozadas las barreras del dato frío y escueto, pero la realidad es que estamos sumidos en un marasmo ininteligible a la hora de descifrar los textos periodísticos.
Uno de los líderes intelectuales de mayor alcance en la actual sociedad yanqui y excelente analista de los problemas mediáticos, Noam Chomski, escribía lo siguiente:
" La prensa, vestida siempre con los rojos de la objetividad y de la dignidad, resulta cada vez más instrumento de manipulación informativa, de comunicación sesgada y, en fin, de presión económica, política e ideológica. Sin embargo, no basta con censurar el progresivo deslizamiento de la prensa hacia actitudes negativas por sus consumidores, porque, a pesar de todo, sigue siendo la mejor posibilidad de acceder a la realidad circundante, especialmente desde una perspectiva de sosiego y reflexión, en la que gana la partida a la radio y a la televisión. Habrá, pues, que consumirla pero desde una actitud de crítica sospecha y de análisis sistemático de sus contenidos para ni llamarse a engaño ni infravalorar sus mensajes".
   Chomski plantea lo que constituye la gran aporía de la prensa y del conjunto de los medios de comunicación social: que en todo discurso mediático se mezclan elementos positivos y negativos, en función del mismo carácter de tales medios, es decir, de su inevitable vinculación a lo empresarial, a lo político, a lo ideológico e inclusive a lo religioso. Lo cual convierte su lectura en una funambulesca aventura cotidiana, porque ningún medio permanece siempre idéntico a sí mismo: cada día el suelo se mueve para la pretendida información, para la necesaria opinión y para el urgente entretenimiento.

   Hoy la pretensión de mantener claramente una distinción entre medios serios y medios amarillistas parece bastante problemática. El amarillismo es parte de una estética cuando menos inquietante, insubordinada a lo serio, en franca disputa por los nuevos espacios semióticos de la industria cultural.

  En la actualidad la prensa ha perdido seriedad y parte de hondura en beneficio de una superficialidad más inteligible y de una aproximación a la realidad más elemental. Este fenómeno es fundamental a la hora de juzgar cierto descrédito en que ha caído nuestra gran prensa, en ocasiones no solamente amarillista sino casi un cómic de cuanto sucede, tal es el grado de vulgaridad en la noticia y en el humor que demuestra. Todo lo cual no es obstáculo para que existan excelentes profesionales, tanto en el ámbito de información como de opinión, pero el tono genérico ciertamente ha disminuido de altura intelectual, en consonancia con los tiempos que vivimos.

   La prensa ha acabado por ser el instrumento mediático de mayor incidencia en la formación de las llamadas "opiniones medias", más allá de las reacciones inmediatas ante el fenómeno televisivo que es más llamativo pero menos incisivo.

  Un todo, el universo mediático, que determina, desde los ámbitos del dinero, la nueva estructura democrática, moviendo el suelo de la ética, de la moral, de la política y, en fin, de todo lo que socialmente aparece en el horizonte de la vida cotidiana española.

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